sábado, 21 de julio de 2007

Tema del día (21/07/07)

Tema del día:

Juan Carlos I de Borbón - Mensaje de Navidad



El jueves, la revista que se secuestra los viernes

El día 20 de Julio de 2007, el juez del Olmo, tras una petición de la fiscalía general del estado, ha ordenado retirar la tirada completa (la que quedaba en los quioscos, vamos) de la revista satírica de humor "El jueves", por un presunto delito de injurias frente a la corona.
En su portada de este miércoles (la revista es semanal, y sale los miércoles) mostraban al príncipe Felipe y a la princesa Letizia en una postura sexual explicita, y se repartió en unos 5000 puntos de venta, con una tirada de 120000 ejemplares.

Además de la retirada de la revista físicamente, se ha ordenado al director de la publicación que no reproduzca la portada en Internet, y han desplazado a agentes judiciales para obtener el original y evitar así que se vuelva a reproducir.

El juez considera que estos hechos pueden ser constitutivos de los delitos de injurias al sucesor de la Corona y de menoscabo del prestigio de esta institución previstos en los artículos 490.3 y 491 del Código Penal, que prevén penas de hasta 2 años de prisión a quien cometiera calumnias o injurias contra el Rey o sus descendientes.
Además, quieren retirar la posibilidad de que esta se reproduzca en medio alguno,incluido Internet


Y hasta aquí, más o menos, la noticia.


El jueves es una revista gráfica de humor que lleva publicandose semanalmente 30 años. Surgió, contemporánea a otras publicaciones similares (que a la larga correrían peor suerte comercial) como "El Papus" o "Hermano Lobo". En un principio, sacar este tipo de producto era un acto tremendamente arriesgado, porque lo hicieron en un marco de gran inestabilidad política,la conocida "transición", y porque su contenido sarcástico e hiriente contra el poder establecido, no era algo a los que los sectores más tradicionales estuviesen acostumbrados después de 40 años de dictadura censora.

Aun así, y pese a momentos realmente dificiles para todas estas publicaciones, con amenazas de muerte y secuestros de tirada por medio, siguieron adelante,y en el caso de "el jueves", que quizás fue siempre la de menor carga política, prosperaron.

Hoy en día, se puede decir que "el jueves" goza de una estupenda salud. Su tirada es fantástica, los lectores se mantienen e incluso renuevan,y desde el punto de vista laboral,para alguien que se dedica a dibujar, por ejemplo, el jueves es la única opción de trabajar en España y poder pagar una hipoteca.

Llevan 30 años tocando los cojones a todo el mundo. De cualquier partido. de cualquier estamento. Pero ayer le secuestraron la tirada, como si viviéramos en otros tiempos, porque parece que en este país te puedes meter con cualquiera, menos con cierta gente, que empieza por "monar" y termina en "quía"

Ahora es cuando yo tendría que ser valiente y decir todo lo que pienso sobre la monarquía y su existencia en general, y lo que pienso de nuestra familia real en concreto, y de este país cateto de cortesanos de opereta, donde familias con apuros para llegar a fin de mes, se desviven para hacer regalos lujosos de boda, a unas majestades a las que ya pagan con sus impuestos por no hacer nada,más que perpetuar un linaje que nace con distintos derechos y obligaciones al común de los ciudadanos, en un estado de derecho constitucional en el que "todos nacemos iguales"

Me gustaría ser capaz de decir todo lo que pienso sobre ellos, pero no puedo.

Porque me da miedo.

Me da miedo que después vengan a por mi, y acabe dos años en la cárcel. Que lo voy a hacer, soy un cobardica.
Vivimos en un estado de derecho. Incluso un gobierno anterior nos metió en una guerra "para llevar la libertad a un pueblo oprimido", pero aquí en nuestras fronteras, yo tengo miedo de escribir sobre alguien, que no solo no nació como mi igual, sino que cuenta en el código penal con un articulo que se encarga de manera especifica proteger que:
"el que calumniare o injuriare al Rey o a cualquiera de sus ascendientes o descendientes, a la Reina consorte o al consorte de la Reina, al Regente o a algún miembro de la Regencia, o al Príncipe heredero de la Corona, en el ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de éstas, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son"

Así son las cosas, y ahora mismo hay un humorista gráfico que no sabe si pasará un par de añitos en el trullo.

Y en medio de todo, el jueves de este miércoles ya se subasta en ebay, y algunos quiosqueros lo venden bajo cuerda. Si estáis interesados, creo que se cotiza a 40 euros, al menos a día de hoy.

Y todo por nada, ya que el dibujante alega, y yo le creo, que en la portada, los que aparecían, era Tom Cruise y Katie Holmes.

Si es que se ve clarísimo

Y ahora en apoyo a "El jueves", y al dibujante Guillermo, me voy a armar de valor para hacer algo que me haga sentirme orgulloso de mi mismo.

Me la voy a jugar, y os voy a ofrecer la "portada prohibida". A veces en el mundo tiene que haber gente dispuesta a todo por defender la libertad.
Son los llamados Héroes





Pero si me entrullan pos ser héroe de la libertad, por favor, traedme un bizcocho con una lima dentro, o algo así.
O cigarrillos.
O un pastilla de jabón que se ate a la mano....

Oído por ahí (20)

No es que seas fea, es que te favorece la distancia

martes, 17 de julio de 2007

Tema del Dia (17/07/07)

Tema del día:


Richard Ashcroft - song for lovers



Jovenes amantes

Me recordaban a mi, angelitos, a su edad.
Pase de camino al ayuntamiento, a toda prisa, con los lios del trabajo, como los adultos, y a mi lado quedaban un par de adolescentes en un banco, comiéndose la boca.
Como si el mundo se acabase mañana y solo lo supieran ellos.

No pude evitar fijarme en ellos, porque como digo me recordaban a mi. Supongo que a todos, en cierta forma. En distinto momento. Cuando estar entre los brazos del otro se convierte de repente en lo único que puedes pensar, en el mejor sitio en el que estar, y no puedes dejar de preguntarte a ti mismo como es posible que no te dieras cuentas antes de algo tan evidente.
En ese momento tienes la sensación de haberlo entendido todo.

Es algo que se distingue a simple vista. Es la pasión de la primera relación. De las hormonas de la adolescencia. Y te comportas como un adicto, y no la sueltas porque tienes miedo a perderla ahora que la has encontrado.

Se cometen muchas estupideces y muchos errores, y todo es increíblemente intenso, y se sufre por todo, y cualquier pequeña victoria te convierte en el rey del mundo.

Ayer me encontré una visión de mi pasado, en un banco a mi izquierda, los miré a ellos, pero me vi a mi. Joven, ingenuo, iluso. Y todo mi universo en unos labios.

La vida es un contrato al que habría que renegociarle unas cuantas condiciones.
Te permite vivir en ese mundo privado y único muy poco tiempo, y a cambio te obliga a habitar demasiados años en otro mas pragmático, egoísta e infeliz.
Y una vez que lo pisas ya no hay vuelta atrás.

Así que seguí adelante y volví al mundo real, como los adultos.

Y a mi espalda, se quedaron disfrutando de su momento dos jóvenes amantes.

Mañana se acababa el mundo.
Y solo lo sabían ellos



jueves, 12 de julio de 2007

Mafalda y yo. Mafalda y nosotros

Yo, si tengo que decir la verdad, confieso que no lo recuerdo. Pero mis padres juran y perjuran que yo aprendí a leer solo, antes de empezar a ir a preescolar. Y lo hice a traves de Mafalda.

Mis padres tenían un par de cuadernillos de los clásicos editados por Lumen. La recopilación en 11 volúmenes. Creo que eran el 0,1, 2 y 8. Hoy en día aún los conservo, desgastados y casi descompuestos, solo por su valor sentimental, ya que hace tiempo que los reemplace por unos nuevos, eso sí, también de Lumen y en el mismo formato.
Hoy en día se puede encontrar casi en cualquier librería el mastodontico “todo Mafalda”, donde puedes encontrar los 11 volúmenes y el “Mafalda inédita”, pero para mi, Mafalda vive en esos cuadernillos.

Por lo que me relatan, de todos los cuentos que mis padres me leían, eran las aventuras de Mafalda las que mas me fascinaban, aunque pueda resultar raro o difícil de entender, y les pedía que me las leyesen una y otra vez hasta que acabe por aprendérmelas de memoria. Un día, descubrieron que me reía leyéndolas yo solo, pero dieron por hecho que solo me fijaba en los dibujos. Más tarde, los sorprendí preguntándoles que significaba una palabra poco habitual, y me preguntaron ¿y donde la has oído? Y yo les conteste señalando el cuadernillo de Mafalda - lo pone aquí ...-
Así se dieron cuenta mis padres de que sabía leer, y así comenzó mi historia de amor con esa linda nenita argentina, y todos sus amigos.

Con el tiempo me hice con el resto de volúmenes, hasta completar los 11 que recopilan todas las historias en sus 10 años de publicación, y comprendí que todas esas historias procedían de la mano de un historietista argentino llamado Quino.

Desde aquel primer momento en que fijé mis ojos en sus paginas, Mafalda ha sido una fiel compañera de viaje a lo largo de mi vida. Suelo releer todos los volúmenes un par de veces al año, y siempre consigo encontrar cosas nuevas en ellos, cuando no en mi mismo. Porque lo maravilloso de estas historias es que crecen contigo. A distintos niveles. Aun recuerdo el momento exacto en que fui lo suficiente mayor para entender algunas de ellas. Para entenderlas del todo, después de haberlas leído cientos de veces. Nunca desaparecen ni se olvidan. Porque están vivas.

Cuando terminas de leerlas, te invade siempre ese regusto amargo de saberlas concluidas. Quino escribió y dibujo al personaje que lo mantendrá en nuestro recuerdo para siempre desde 1964 a 1973. Y después se acabó.
En una ocasión leí que Quino era muy amante de las tiras de “Peanuts” de Charles Schulz (aquí conocidas como Snoopy o Carlitos), pero siempre le pareció que con los años se volvió repetitiva y bajo el nivel. Por eso el decidió dejarlo mientras consideraba que aun se mantenía fresca.

Por eso odié a Schultz durante años.

Porque me hubiese encantado seguir acompañándola durante su vida, y me tuve que conformar con que fuese ella la que me acompañase durante la mía. (aunque eso sea mucho)

Hoy en día Mafalda es un personaje reconocible en medio mundo, y un símbolo en todos los países de habla hispana, y en especial una figura capital en la hermandad España – Argentina.
Esta presente incluso para aquellos que no han leído todas las tiras, pero sobretodo, a afectado a la existencia de aquellos que se enamoraron, como yo, de ella. De ellos. Siempre de manera distinta para cada uno. Mágica y especial Y espero y deseo que lo siga haciendo.

Yo fui su amigo durante años, incluso su platónico admirador.

Después de adolescente la contemple con asombro, admiración y envidia en su profunda inocencia. En su manera siempre certera de mostrarnos nuestras pequeñas miserias y nuestras aun más pequeñas satisfacciones, sin ser nunca cínica. Era mi liada contra las desvergüenzas del mundo de los “mayores”

Desde hace dos o tres años empiezo a sentirme ya más uno de esos adultos a los que acostumbra a desarmar mostrándoles sus contradicciones e hipocresías. Y no me cuesta nada imaginarme a mi mismo acudiendo al Nervo Calm tras ser avasallado por su honestidad brutal y sus preguntas comprometidas imposibles de ignorar.

Y espero que siga pudiendo encontrarla dentro de mi. Que sea una hija de la que seguro que se esta orgulloso. Y después una nieta a la que consentirles los caprichos y aplaudirle las osadías.

Cuando era mas ingenuo, y tenía más confianzas depositadas en el mundo siempre pensé que debería existir una Mafalda en la presidencia de cada país.
Que en Argentina se abandonase el Peronismo y se abrazase el Mafaldismo.

Hoy soy más mayor, y más descreído. Y ahora me doy cuenta, como todos los adultos, que una persona así, en el mundo real, no se podría acercar a la política sin mancharse o sin que la matasen. Llega una edad en que te das cuenta de eso.

Por eso sigue haciéndonos falta Mafalda. Para recordarnos la esperanza en nosotros mismos.

Para que nos enseñe a ser como ella.


martes, 10 de julio de 2007

Happy Birthday

Y aquí tenéis por fin el post numero 100 (bueno, este ya es el 101, pero se me entiende) Espero que alguien le eche valor y sea capaz de leerlo entero.

Y de conmemoraciones va el día. no solo festejo mi post número 100 con mi prometido tocho extra largo, sino que también, el que tal día como hoy, pero hace 26 años aterricé en este mundo.

Doble celebración cuya coincidencia se basa parte en el azar, y parte en mi animo de buscar la simetría en el universo.

Cumplida ya mi promesa, me auto libero de la responsabilidad que había generado este post en mi, y puedo por fin volver a mis tontunas desquiciadas e imprecisas de siempre.

Espero que os guste.


Tema del día (10/07/07)

Tema del día:


Reincidentes - Ay dolores


Post Nº 100: ¿Quien podía imaginarlo?

Lo conoció cuando acababa el instituto.
O más bien cuando acababa con el instituto, que en dos años veía que ni iba a llegar a nada, y además no le gustaba estudiar.
Su madre siempre se ponía echa una loca, la vieja, porque le decía que sin estudios no iba a llegar a nada en la vida. Que sabría ella.
Que podría entender sobre la independencia que ella necesitaba.
La Esther se había sacado un trabajo en una tienda de ropa, y le salía más barata, y además se sacaba una pasta, y no tenía que aguantar al profe de mates, que era un baboso y un cabrón que siempre se la quedaba mirando a las tetas.

Entonces fue cuando lo conoció, ya digo. Convenció a su madre de que le pagara unas clases particulares (de mates precisamente, que a la niña parece que se le atragantan) para quedarse con el dinero y tener una excusa para salir por las tardes.

Llegó en una Jog blanca, con sus pegatinas guapas y traía de paquete al Rubén, el novio de la Esther.
Era un amigo que ya tenia los 18, que trabajaba en la misma tienda de repuestos, y que ya había dejado la motito y lo habían ascendido a recepcionista. Ya casi había ahorrado lo suficiente para la entrada de su Hyundai coupe rojo, con alerón y lunas tintadas.
Sus padres le pusieron Juan, como a su abuelo, pero el le decía a todo el mundo que le llamaran “Yoni”

Nada más verlo, pensó para ella “este es pa mi”. Bien guapo que era, y ya ganaba su propio dinero. Y este no era un niñato, como todos los del instituto. Este era un hombre de los que saben lo que quieren.
A la semana siguiente ya pasaba a recogerla con la Jog, todos los días a las seis y a dos manzanas de su casa, para que no se entrasen sus padres. Tomaban algo por ahí, y luego iban al parque , con los amigos de este a pasar la tarde y hacer el tonto, y de vez en cuando, se la llevaba a casa de su abuela, que había ido a pasar el fin de semana con sus tíos, y se había quedado sola.

Al principio, ella no se sentía muy cómoda haciendo “eso”. Le parecía un poco pronto, y además tenía la impresión de que Yoni la presionaba (relájate tonta...si te va a gustar, si yo te quiero de verdad...) pero lo hablo con la Esther y la verdad es que tenía razón. El Yoni ya era un hombre y tenía unas necesidades, y si no se las daba ella, ya vendría otra lagarta (que por ahí hay mucha zorra suelta) a dárselas. Y de eso nada, que el “yoni” era su hombre

Cuando se quiso dar cuenta, ya llevaban saliendo un año.
Ya no se hablaba con sus padres, claro, que los viejos, que no se enteran de nada le decían que no dejara el insti, que el trabajo ese doblando ropa no era un buen futuro, y que el Yoni, no le iba a hacer ningún bien.

Eso si que no. Con mi Yoni no os metéis. Ni vosotros ni nadie, que no lo conocéis como yo. Es verdad que cuando esta con los colegas se porta a veces como un capullo, pero él en realidad no es así. Cuando están solos es muy distinto. Parece un ceporro por fuera, pero ella sabe que en el fondo es muy sensible.

Venía todos los días, en el Hyundai Coupé a recogerla del trabajo. Cuando cerraba la tienda.- Enseguida me van a hacer responsable del almacén - le decía.- y con eso y tu trabajo nos podemos ir juntos, lejos de los viejos-
El hermano del Yoni, el mayor, si que servía para estudiar, y se sacó derecho en Madrid y después aprobó unas oposiciones en el ayuntamiento de Toledo, de donde era su novia y se había comprado una casa allí. Y un niño tenían ya, de 20 meses, regordete y pelón, que era el orgullo de sus abuelos.
Así que cuando tres meses antes murió la abuela, el Yoni acordó con sus padres quedarse con la casa de esta. Y es que ni el los aguantaba, ni ellos a él (aunque les remordiera la conciencia por ello)

Se mudaron después del verano. Al encargado del almacén le surgió un curro mejor y al Yoni lo ascendieron.
La familia de él casi descorcha champán frío para celebrarlo.
La de ella intento echar el resto, porque sabían que cuando cerrase la puerta tras de ella, la perderían para siempre, y ella tiraría las pocas oportunidades que le quedaban al cubo de la basura.
Hicieron lo que pudieron, trataron de ser amables, de buscar alternativas, incluso aceptando a regañadientes la relación con ese chaval, ese idiota sin futuro, bruto y machista. Pero no sirvió de nada, y ella se fue, con una sonrisa en los labios, con ofensas al honor y la promesa solemne de no volver nunca.


La vida no era tan fácil como parecía, y les costaba muchísimo llegar a fin de mes. Al Yoni no se le daba muy bien eso de administrar los dineros, y a partir del día 22 empezaban a racanear comida, pero seguía manteniendo en forma su Hyundai Coupé, con unos nuevos cromados para la palanca de cambios, y unas luces mas chulas para atrás, redonditas y naranjas que le había visto al jefe, y que estaban guapísimas.
Ella hacía lo que podía lidiando con la tienda y la casa, pero no se había molestado en aprender a cocinar, ni limpiar, ni planchar...El Yoni se metía con ella por eso a todas horas, pero la verdad es que tenía su razón, porque después de estar todo el día en el almacén, que menos que tener el plato de comida esperándole en la mesa. Y si, es verdad que le gritaba un poco, pero por que ella se lo merecía.

Se casaron meses mas tarde, ella no había cumplido todavía los 18, y estaba de cuatro meses. El yoni estaba harto de decirle que con condones no se nota nada, y le dijo a ella que dejase las pastillas, que se estaba poniendo gordísima, y ya no le ponía lo mismo
-Total- le dijo – si no sirven para nada, si yo controlo. Con no correrme dentro no pasa na-

La familia de ella ayudo en lo que pudo a pesar de todo lo que les dijo cuando se fue. A pesar de todo, le dijo a sus padres que no se pensarán que algo había cambiado, que no debían haberse metido en su vida ni con su novio, y que los despreciaba.
El padre pidió un crédito, para el vestido de la niña y el banquete. Que otra cosa podía hacer, con su hija y su nieto.
Al banquete fue más bien poca gente. La familia de el solo apareció por allí el día de la boda, y volvió por donde vino.

Por alguna razón, el gañan del yoni, un cretino, patán e incompetente integral en casi todo lo que había empezado en la vida, era bueno en eso de los repuestos, y con lo de la boda y el crío, el jefe se apiadó de él y le puso de comercial. Un dinerito extra, que le iba a venir de maravilla, ya que a ella la echaron de la tienda de ropa cuando le empezaron a ver crecer la barriga, y ahora estaba en paro y en casa, con sus quehaceres domésticos.

Resultó ser todo un acierto, al Yoni no es que se le diera muy bien vender, pero si que se desenvolvía bien tratando con la gente, y sabía de mecánica, así que el jefe, que además de la tienda de repuestos tenía un concesionario, lo puso de responsable del taller.
Algo más de dinerito.

Ella, como no podía ser de otra forma, estaba encantada, porque eso le callaba la boca a toda su familia que le dijo que el Yoni nunca llegaría a nada, y un día paso por sorpresa por casa.
Para que pudieran ver a su nieto (Yoni, como su padre) les dijo a sus padres. La verdad es que solo fue para poder ver la cara que ponían cuando les dio la tarjeta de su marido
“Juan García González” ponía en grande, en el centro de la tarjeta. Y abajo, en chiquitito “taller”. Y dos números de contacto, el fijo del taller, y un móvil del trabajo, del que empezó a no despegarse.

Con el nuevo trabajo, el Yoni consideró que ganaba lo suficiente como para mantener él solo a su familia, y siendo como era el niño aun muy chico, decidieron que ella se quedaría en casa por un tiempo. Quizás para cuando fuese lo suficientemente grande para ir a la guardería, o al colegio, ella podría buscar de nuevo trabajo, y salir un poco, y vivir mas holgados.

El Yoni, con un puesto tan importante, cada vez pasaba menos tiempo en casa. Siempre tenía algo que hacer, ya fuese un inventario tarde por la noche, o un coche de un buen cliente que tenía que estar listo para el lunes, que era amigo del jefe y que no podían dejarlo aunque fuese Domingo. Si no, tal vez una noche de copas con los antiguos colegas, que ahora trabaja tanto que nunca puede verlos y no quiere descuidarlos.

Además, tantas responsabilidades le habían cambiado. Cada vez estaba de peor humor, siempre murmurando con la mirada ausente, y más agresivo y chillón. Perdía la paciencia con ella constantemente, por el desorden de esto, la suciedad de aquello o por que el jodío niño no para de llorar.
A ella le hacía sentir muy mal, y lloraba impotente mientras el Yoni le echaba en cara que era un desastre que no servía para nada.

Pero aun así le quería, y lo entendía.

Al fin y al cabo, el Yoni tenía razón. El pobre se deslomaba a trabajar en el taller para que a ella y su hijo no les faltase de nada, y ella es tan estupida que ni siquiera es capaz de recordar las patatas fritas que tanto le gustan, o darle el recado del Ruben sobre el partido del domingo.
Hay que entender que el Yoni estaba bajo mucho estrés, y que ella no tenía ni idea de lo que era trabajar así de duro.
Y pese a todo, el Yoni era muy bueno con ella, y la quería. Y cuando le pegaba esas bofetadas era sin intención de hacerle daño. Por impotencia, y por tener tantas preocupaciones en la cabeza. Si es que el deber de una buena mujer es apoyar debidamente a su marido.


La vida pasó despacio, y el tiempo muy rápido.
Sin darse apenas cuenta el pequeño Yoni ya tenía edad para ir al cole.
Con el tiempo el carácter de su marido se había agriado un poco más. Los chavales que trabajaban con el eran unos incompetentes que no le daban más que disgustos, y claro, siempre estaba enfadado.
No le hacía ninguna gracia tampoco, ver como su mujer hablaba con otros hombres. Como si fuese una cualquiera, siendo como era la madre de su hijo. Y no estaba dispuesto a consentirlo. El pasaba mucho tiempo fuera de casa, y no quería darle la oportunidad de que pudiese estar con otros hombres, cuando todos saben que en el fondo las mujeres son todas unas zorras. Pero el no era de la clase de hombre que descuida la protección de su mujer.
- Que se te vaya quitando de la cabeza la tontería esa de ir a trabajar ¿eh? Tu aquí en casita, que es donde tienes que estar. Que ya trabajo yo para los dos-

En alguna ocasión se le ocurrió discutírselo un poco. Pero el siempre lograba “persuadirla”, y al día siguiente se sentía como una completa idiota, y mientras se arreglaba el maquillaje y se ponía las gafas de sol (aquellas tan grandes que le compró a aquel moro en una manta hace dos años) para ir a por el pan, se convencía a si misma que el Yoni tenía razón, que si encontraba algún trabajo, seguramente sería algún salido que quería follarsela, que los tíos van a lo que van.
Además, como dice el Yoni, quien va a querer contratar a una inútil como ella. que no sabe hacer nada.

Ella se descubre últimamente pensando mucho en sus padres. Lo cierto es que viven tan solo ha 20 minutos, pero no los ve desde hace tres años. Y el pequeño Yoni, que estaba a punto de hacer la primera comunión casi no se acordaba ya de sus abuelos.
Pensaba que tal vez se había equivocado con ellos. Ahora que era madre, entendía más todo lo que le decía la suya, y le parecía que había dicho muchas cosas que quizás no debió haber dicho.

Una noche cenaban en casa el Ruben y la Esther.
Para ella era casi un día de fiesta, ya que Esther, es una de las pocas personas a las que puede seguir viendo con cierta regularidad, y es que ella casi no había tenido la oportunidad de estar con nadie, ya que apenas salía de casa .Parecía mentira, hace cuatro años fueron testigos de su boda.
Esther le comentó en la cocina, casi a hurtadillas, que su matrimonio tiene problemas, y se sorprendió de que su amiga se hubiese golpeado otra vez con aquella puerta.
-Tía, tienes que tener más cuidado- le dice su amiga- un día te sacas un ojo-

Su matrimonio tampoco iba muy bien. Ella pensaba que tal vez era el momento de buscar otro hijo. Para darle algo a la relación por lo que volverse a ilusionar, pero lo cierto es que ya hacía varios meses que el Yoni no la tocaba. El trabajo, decía. Muchas preocupaciones, y encima cuando llegaba a casa todo estaba manga por hombro porque ella no podía hacer nada bien.
Hacía dos días había encontrado unas bragas en el asiento de atrás del Hyundai. No eran suyas.
Ya no le importaba, ella sabía que el Yoni solo la quería a ella. Eso solo era para desfogarse.

Le faltaban poco para los 26, pero parecía tener 37. Y se sentía desgraciada y sola.
Al Yoni casi no lo veía. Y teniendo en cuenta como la trataba cuando si se veían, casi mejor.
Al menos la Esther pasaba algo más de tiempo con ella. Se separó hace casi un año. El Ruben llevaba casi dos con una chica de 20, que estaba muy buena y era más bien tontita.
La Esther volvió a casa de sus padres, y trabajaba de cajera en un supermercado de barrio.
Había sido su única compañía hacía dos días, cuando celebraron el cumple del pequeño Yoni en el burguer, con unos cuantos amiguitos. Su padre, como siempre, llego tarde, y a pesar de no ser ni las 7, ya estaba algo bebido, haciendo el idiota y llamando la atención. Después le montó un numerito porque el chico que los atendía había sido muy amable con ella.
Se mostró un poco celoso, aunque al rato dejo de hablar de ello, y siguió como si nada.

Al día siguiente, ella se encontró con una chica que conoció en el instituto. En primero.
Siempre había parecido tímida, y lo cierto es que algunos y algunas se reían a menudo de ella. Las gafas, la estatura, el aparato… ya se sabe que los chavales pueden ser algo crueles, y mucho más con esos sabiondos que hacen los deberes y contestan las preguntas del profesor.
Se la encontró en el hospital. En urgencias. Era su doctora.
Ella se había caído por las escaleras la noche antes, cuando llego con su familia del burguer, y a la mañana siguiente había cogido un taxi para que la viera algún medico por ese dolor constante del costado.
La chica de las gafas y el aparato estaba algo más mona. Y se le notaba con más seguridad en si misma. Por supuesto la reconoció, pero fue muy amable con ella, muy agradable, y si le guardaba algún rencor por lo pasado en el instituto, desde luego no lo demostró.
Se casaba el año que siguiente, le dijo. Con un dentista que le había presentado una amiga hacía tres años. Ya se habían comprado una casita con jardín en las afueras.
Al parecer, el dolor del costado era porque se había roto unas costillas. Por lo de la caída. A su amiga también le preocupaba el golpe de la cabeza, aunque no pudo hacerle un TAC por el clavo de titanio que llevaba en el codo. De cuando se rompió el brazo cuando se cayó al bajar del autobús.
La doctora trato de convencerla de que esos moratones con forma de puño por todo el cuerpo, no eran muy comunes si te caes por las escaleras.
- No puedes seguir así – le dijo – he tenido que pedir tu historia medica, y es el triple que la de la mayoría de los pacientes. Si no lo denuncias, te va a matar-
- no, de verdad que no pasa nada. Es solo que soy muy torpe. No hago nada bien y siempre me estoy tropezando….-
- pues lo siento mucho, pero ante un caso como este, aunque tú no denuncies, nosotros nos vemos obligados a denunciar –
- ¡No por favor! ¡De verdad que no es nada! Me pondré bien, el no es…No hace….No entiendes…-
Ella se echó a llorar en los brazos de una mujer a la que había despreciado en la infancia. A la que humillo. De la que se reía pensando que era una fracasada.
Y lloró desconsolada, buscando refugio, pidiendo compasión a quien no se la había dado.
Y la mujer se la dio. Y la abrazó. Y le dijo, como le decía su madre, cuando era pequeña y sus padres habían puesto para ella las estrellas en el cielo, que todo iba a salir bien.
Y por un momento, ella lo quiso creer.


Sin que ella lo reafirmase ante la policía, la denuncia del hospital no sirvió para nada. Aunque, al menos el carácter del Yoni, como si este le hubiese visto las orejas al lobo, se suavizó un poco.
De repente parecía mas comunicativo, y con el niño un poco más mayor, parecía mas interesado en involucrarse, y en jugar al fútbol con el, y montar en bici
Incluso, no le puso ningún reparo a que saliera de viaje un fin de semana. Casi no lo podía creer. Aunque fuese a un funeral.

La madre de la Esther había muerto. Cáncer. Fue un visto y no visto. Cuando se lo diagnosticaron, cuatro meses antes, le dijeron que no se podía hacer nada. Que ya era tarde. No tuvo muchas opciones cuando se puso a buscar trabajo, no para una mujer con su preparación, y la fábrica no pedía muchas explicaciones. Trabajo duro y una nomina miserable a fin de mes Y unos pulmones negros como el alma de un demonio. Así que cogió cuatro bártulos y se fue para morir en el pueblo. Con su familia.
A la Esther la llamaron al supermercado un sábado por la mañana. Era un invierno especialmente árido. La noche fue terrible. Casi glaciar.
A su madre le empezó a faltar el aliento a eso de las tres y media de la madrugada. El aire cortaba tan frío entonces que casi quemaba. A las 5 empezó a toser sangre.
Su tía ya había llamado al medico del pueblo, y no tardó en llegar.
Cuando entró el doctor, el dormitorio olía raro. En la penumbra de la lámpara de la mesita de noche, debajo del marco de la puerta, agolpados, expectantes, lo supieron.
El medico se giro despacio y los miró, sentado en el costado de la cama. Agito la cabeza de lado a lado en señal de negación, y entorno los ojos con gesto compungido.
Le puso algo para que estuviese más cómoda, les dijo, para que pudiese dormir un poco
Dejo de respirar antes del alba.

Esther y ella llegaron lo antes posible, y se mantuvieron al pie del ataúd durante todo el velatorio. Uno de esos velatorios de los de antes. Solemne y sentido. De medias tupidas y mucho negro.
Su amiga la necesitaba, y ella se sintió útil por primera vez en mucho tiempo.
Y por eso no se separó de su lado.

Cuando regresó a casa el lunes por la mañana, todo le parecía tan distinto ahora que no sabía que pensar.
El Yoni ya se había ido a trabajar, y cuando abrió la puerta solo escuchó el sonido de los dibujos en la tele del salón. Fue a verlo con una sonrisa en los labios. Dos días sin ver a su hijo después de nueve años sin separarse de el, le parecía mucho tiempo.
Nada mas verla el pequeño Yoni corrió a abrazarla, con alegría. - ¡Mami! ¡Ya has vuelto!-
Tenía varios puntos en la ceja izquierda, y el ojo casi cerrado de la inflamación.
-¡¿pero que te ha pasado?!- pregunto ella alarmada
- No es nada mami, es que… me he caído de la bici. El otro día. Cuando te fuiste- le contestó el niño mirando hacia el suelo.

Dos horas más tarde, con las pocas posesiones importantes que tenía dentro de dos maletas, que les regalaron en su boda, se subió con su hijo a un taxi.
Y no supo que decirle al taxista cuando le preguntó a donde iba.

A las diez de la mañana, su madre estaba a punto de salir al mercado cuando escuchó que tocaban a la puerta.
Ella sintió miedo por lo que estaba haciendo, y por si ahora pagarían con ella sus padres todo lo que ella les había dicho y hecho todos estos años.
Cuando su madre abrió y la vio, con su nieto, al otro lado del marco, rompió a llorar.
Su hija al fin había vuelto.
No le dijo nada entonces. Estrecho a su nieto entre sus brazos. Y le puso algo de comer en el salón. Después acomodó con cariño a su hija, en su antiguo cuarto.
Cambiaron las sabanas juntas. Como tantos años atrás.
Ni una sola vez le dijo: - te lo advertí- . Nunca le reprocho nada.
Era su hija.

Con su historial médico y el parte de lesiones de su hijo, consiguió una orden de alejamiento cautelar, mientras avanzaba el proceso de divorcio.
El Yoni solo la llamo una vez, una noche. Borracho. Le dijo toda clase de barbaridades, y la “avisó” de posibles consecuencias futuras de sus actos.

Lo de siempre.

Después, no volvió a llamar. No se presentó a la primera vista. No fue a importunarla al portal de casa de sus padres. No daba señales de vida. Y eso daba aun más miedo. Un hombre como él no es de los que se permiten olvidar, ni de los que te lo permiten a ti.

Volver a iniciar una nueva vida con 27 años, ninguna preparación, poca experiencia, un hijo, un matrimonio fracasado y el miedo impreso en los huesos, no es nada fácil.
Sus padres, por supuesto, se volcaron en ayudarla en lo posible. Se encargaban muy bien de su nieto, y cargaban con todos los gastos, pero hacía falta algo más de dinero en la casa, sobretodo ahora que se enfrentaba al proceso de divorcio, y a ella no le estaba marchando muy bien la búsqueda de trabajo.
La Esther hizo lo que pudo por encontrarle un hueco en el súper, pero fue en vano. El aspecto envejecido de madre abnegada tampoco le ayudó en las tiendas de ropa con cartel de “se necesita dependienta”
Para salir del paso acepto un trabajo en una empresa de subcontratas de limpieza. Pagaban de manera miserable, pero el horario le permitía pasar tiempo con su hijo. Todas las noches a eso de las 10, salía para uno de esos edificios de oficinas y lo limpiaba de cabo a rabo en tres horitas, con otras cuatro limpiadoras más.
Finalmente, y casi de casualidad, encontró un trabajo medio decente. Fue en una pequeña tienda de sombreros en una callejuela estrecha del centro. De esas clásicas, señoriales.
Era un negocio familiar de casi sesenta años, pequeñito y sobrio pero con encanto, que aun conservaba intacta la decoración de los cuarenta, y una vieja caja registradora que aun contaba en reales. “Sombrerería de Caballero Gutiérrez Iriarte e Hijos” se llamaba, aunque hacía tiempo que el señor Gutiérrez Iriarte descansaba en paz, y dos de sus hijos no querían saber nada de la tienda.
Fue el menor, Ernesto, el que acabó haciéndose cargo. De pequeño le encantaba ir a la tienda con su padre, aunque eran otros tiempos, cuando un hombre de bien no podía caminar sin sombrero por la calle sin sentirse desnudo.
El señor Gutiérrez Iriarte era hijo de sombrerero, y no había conocido otra cosa. En ningún otro sitio se encontraban sus manos tan naturales y desenvueltas como ajustando la caída de un ala a un buen cliente. Pero sabía bien que la tienda no sería futuro para sus hijos, y a pesar de que siempre lo ayudaron, desde pequeños, les obligó a que estudiasen para “labrarse un buen porvenir”. Ernesto se sacó unas oposiciones en el INEM cuando tenía 23 años. Pero a diferencia de sus hermanos nunca se pudo sacar el gusanillo de los sombreros, y siguió marchando a la tienda todas las tardes. Cuando su padre se jubiló se quedó con la propiedad de la tienda, pero nunca pudo convencer al testarrón del viejo señor Gutiérrez Iriarte que dejase de ir a trabajar todos los días. Ya viudo no le quedaba otra cosa, y todas las mañanas siguió abriendo la tienda hasta el día de su muerte. Afortunadamente, que “casualidad”, la inspección de trabajo nunca se pasó por la tienda.
Desde entonces, Ernesto Gutiérrez solía contratar a gente a tiempo parcial, para hacerse cargo de la tienda por las mañanas (mientras estaba en su trabajo)y un par de tardes a la semana, para ayudarlo con los pedidos, los encargos, y el orden del pequeño almacén. El negoció ya no iba bien. Casi nadie usaba ya sombrero, pero él no estaba allí por dinero. Los sombreros habían sido su único amor, y soltero, y con 46 años, seguían siéndolo.

Para ella el trabajo fue una gran oportunidad. El sueldo era malo, pero podía seguir limpiando por las noches, y pasar las tardes con su hijo, y entre los dos sueldos malos, juntaba uno casi digno.

Sorprendentemente, el Yoni no puso ninguna pega en la concesión del divorcio. Y el que ella no pidiese ni la casa ni pensión, ayudo a agilizar la situación. Aun así el juez cifró una pensión de manutención, que el Yoni nunca cumpliría
Pero a ella nuca le importó, cogió todo lo que necesitaba la mañana que se marchó para siempre, lo demás no le interesaba.

Sin la presencia del Yoni en su vida, y con sus dos trabajos y su buena relación familiar, la vida pareció querer empezar a sonreírle. Se sintió feliz por fin después de mucho tiempo.

Limpiar oficinas por la noche no es que fuera muy satisfactorio, pero era necesario. La sombrerería sin embargo, era muy diferente. Se sentía a gusto trabajando en aquella tienda. Todos los clientes eran corteses y educados, y se estaba muy tranquila allí. Y en Ernesto, había algo especial. No la miraba como los demás hombres que había conocido, de hecho, no miraba a las mujeres como los demás hombres. Ni hablaba de si mismo sin parar. Era, de hecho, un hombre más bien silencioso, sosegado. En cierto modo le recordaba a su padre. Al recuerdo que guardaba desde niña, con su padre leyendo en silencio a un extremo de la habitación mientras su madre cosía sentada a dos metros. Ella pensaba entonces que en una relación así nunca podría existir el amor, pero que equivocada estaba.
Ahora se daba cuenta de que en las relaciones la gente habla por miedo a que los silencios revelen que en realidad no se aman

No es que Ernesto fuese un hombre guapo, y tenía 18 años más que ella, pero ella se daba cuenta de que empezaba a gustarle.

Con el tiempo ella pasa mas horas en la tienda. Ernesto no dice nada, pero le gusta que ella le haga compañía, y acaba por hacerla fija y subirle un poco el sueldo. Pasan mucho rato juntos todos los días, y aunque el no le pregunta nada sobre su vida, le ve en los ojos tristes que no ha debido de ser fácil. A ella le gusta estar con alguien que no le recuerda constantemente sus fracasos y sus tragedias.
Pasan mucho rato juntos todos los días, y la mayoría del tiempo en silencio.

A pesar de todo no ha dejado de limpiar por las noches, sigue siendo un buen pellizquito, y ahora solo tiene que ir los Lunes, Miércoles y Jueves.
Sus padres la miran ahora con otros ojos, con orgullo, por como ha cogido las riendas de su vida, y están contentos de que ella se sienta a gusto en su trabajo, y con su jefe, del que escuchan hablar cada vez más.

Ella supo que estaba enamorada una tarde de primavera, su hijo salió temprano de las clases de baloncesto, y se acercó por la tienda a visitar a su madre. Ya había pasado un par de veces con su abuela, pero siempre por la mañana, los viernes cuando salía antes del cole. Ella se puso muy nerviosa cuando lo vio llegar, no supo como se lo tomaría Ernesto, pero nada más entrar por la puerta, lo trató con cariño y amabilidad
-¿ y tu como te llamas?-
- Se llama Juan- contesto su madre por él - Es mi hijo. Estoy divorciada – Y diciendo esto pensó que nunca más volvería a sentirse a gusto con ella. Pero entonces vio en la mirada de Ernesto una calidez que significaba “no me importa quien fuiste, me importa quien eres”. Después jugo y charló con Juan el resto de la tarde, y le regaló un sombrero, como los de los mafiosos de las películas, le dijo después Juan a su abuelo con un “Fedora” talla 7 bailándole en la cabeza.

Ella no estaba ya acostumbrada a que la pasasen cosas buenas, se sentía extraña. Vital. Aquella fue su primera noche sin pesadillas en años.

Al día siguiente, en la tienda con Ernesto, todo fue como siempre, y sin embargo todo había cambiado. Los dos lo sabían. Lo decían sin palabras. No hacía falta nada mas.
Esa enorme sensación de plenitud le acompaño hasta la noche, cuando se despidió de Juan para irse a las oficinas. Sabía en su interior que le acompañaría ya para siempre.
Pronto dejaría de limpiar por las noches. Se iría a vivir con Ernesto, y formaría un buen hogar en el que criar a su hijo, atendería en la tienda, y vivirían del sueldo de funcionario.
Ernesto era su futuro, por fin uno brillante, y esa esperanza la hacía volar por encima de los suelos de aquella sucia oficina de Lunes, Miércoles y Jueves. Y miraba su cara reflejada en los cristales mientras pasaba la bayeta, y se reencontraba con la sonrisa que creía ya perdida. - Esta es la cara de una mujer feliz. Ahora ya sé como es –



Un taxista encontró su cadáver a las seis de la mañana, mientras empezaba su turno.

Desvencijado y raído, como un harapo en medio de un charco de sangre. Con la cara pálida y machacada, cortada y con expresión de impotencia.
No había cumplido los 30

Siete puñaladas. Ninguna de ellas mortal. Murió lentamente, desangrada en un callejón a dos manzanas de las oficinas que limpiaba hasta tarde. Al parecer nadie escucho sus gritos mientras la violaban.
Ninguna de las dos veces.
Ni cuando fue penetrada por el hombre que había dejado los restos de semen, ni cuando lo hizo con ese enorme trozo de madera astillado que se había encontrado con sangre junto al cuerpo, y que presumiblemente había provocado todos esos desgarros vaginales y probablemente las innumerables marcas en el rostro.

Detuvieron al Yoni a las cuatro o cinco horas. Confesó casi al instante, pero sabía que estaba perdido de antemano, y es que con el condón no siente nada, y tampoco “controlo” para no correrse.

Le dedicaron cinco minutos en “gente” y una pequeña mención en “el programa de Ana Rosa”. Creo que también la nombraron en el periódico.

Hablaron con los que vivían por la zona. Con los antiguos vecinos de la pareja.
Todos coincidieron:

¿Quién podía imaginarlo?